Durante
prácticamente todo lo que hago experimento una sensación de apuro y de estar
pensando en lo que haré después. No me permito disfrutar el presente. Al hacer
arte, por ejemplo, muchas veces quiero ver el resultado final y no puedo
disfrutar enteramente el proceso por sentir que debo apurarme para lo que sigue.
Al comer pienso en el próximo plato más que en lo que estoy masticando en el
momento (lo que me hacía comer de más). Al bañarme pienso en el proceso de
vestirme. Al estar a punto de dormir pienso en cómo será el día siguiente. Ayer
leía un libro que realmente disfruto y del que estoy aprendiendo y me di cuenta
aún más de esto porque cuando vi las hojas que me faltaban, sentí algo de apuro
pero a la vez lo disfrutaba tanto que impedí darle importancia “al qué sigue” o
a la “urgencia” y me concentré en seguir disfrutando.
Me perdono a
mí misma por haberme permitido y aceptado a mí misma pensar siempre a futuro,
pensar en el siguiente paso sin estar en lo físico concentrándome y construyendo
un presente en tiempo real.
Cuando me
vea a mí misma no disfrutar a tiempo real lo que hago y vivir en la imaginación
de lo que sigue a futuro, me detengo y me estabilizo en lo físico con el
respiro.
Me doy
cuenta que planear es un método efectivo si se hace lo más eficiente posible,
es decir, sin demorar en la imaginación o en el estrés sino proponerse a uno
mismo algo de acuerdo a la realidad y llevarlo a cabo en lo físico para que en
verdad cumpla su ciclo. No debe haber mente sino practicidad, de lo contrario
no estaría haciendo lo que es mejor para todos puesto que el mundo requiere
actos y no ideas.
Aquí me doy
cuenta en la necedad que tengo de creer que al demorar en todo, al planear, al
vivir en la mente, en la imaginación y al no ser práctica al momento de
volverlo físico por hacer más tardada la actividad; de esta manera creo que lo
hago más efectivo o que merezco un resultado por “sufrir” o por “hacer un
sacrificio” lo cual no es verdad. Me doy cuenta que no necesito demorarme ni en
la planeación ni en su desarrollo para “merecer un resultado” o para que todo
salga “bien” y que en vez de esto debo parar a la mente y trabajar en lo físico
para hacer efectiva la situación real en todos sus aspectos incluyendo el
tiempo, que sería mejor utilizado al no alargar los resultados, al no imaginar a
futuro ni caer en impracticidad en tiempo físico real.
Me perdono a mí misma por haberme
permitido y aceptado a mí misma creer (mente) que debo tardarme en planear y
ejecutar, creer que debo sufrir y sacrificar para obtener el resultado que
quiero, para que sea adecuado y salga “bien, para “merecerlo”.
Me doy cuenta que la cultura en la
que nací nos ha inculcado, nos ha programado para pensar que si sufrimos somos “buenos”
y que por lo tanto merecemos que algún día todo cambie para beneficio propio.
Me doy cuenta que yo he aceptado y permitido ese sistema dentro de mí y que
requiero desprogramarme para contribuir a hacer un mundo mejor.
Me doy cuenta que al vivir en
igualdad nadie merece ni desmerece pues no hay nada que ganar, no hay nada que
llenar, no hay una competencia sino se trata simplemente de vivir, de existir
al mismo ritmo que el respiro, al mismo ritmo que lo demás que al mismo tiempo
es uno mismo.
Me perdono a mí misma por haberme
permitido y aceptado a mí misma haber vivido en y como el sistema.
Cuando me vea a mí misma tardar en
hacer algo por creer que debo sufrir o sacrificar, me detengo y me estabilizo
en lo físico con el respiro y recuerdo que esto de ninguna manera significa
siquiera asegurar el resultado que quiero o que al hacerlo más ágil no se pueda
hacer de la mejor manera. Todo depende de la situación, del cómo se lleva a
cabo por parte de uno mismo, de dar lo mejor, de perfeccionar lo que se aprende
y del tiempo razonable para que esto dé el resultado deseado.
Me comprometo conmigo
misma a dejar de vivir dentro de y como el sistema. Me comprometo a desprogramarme
de la mente del sufrimiento, del dolor, del “merecer”, del sacrificio y a
ocuparme de lo físico, de lo práctico, de lo real, de lo que es mejor para
todos, de lo que tenga que ocupar el tiempo necesario para que sea efectivo sin
demoras en pensamientos ni dilación vana en las actividades presentes.
Me comprometo conmigo
misma a dejar los pensamientos que afectan el disfrutarme durante cierta
actividad, a planear efectivamente sin dilación por programación de la mente y
a ejecutar (dirigirme) viviendo el momento y haciéndolo productivo, es decir,
contribuyendo a lo que sea mejor para todos.
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